jueves, 27 de octubre de 2011

Desear más, no menos

Si preguntases a veinte hombres buenos de hoy en día cual piensan que es la virtud más elevada, diecinueve de ellos te responderían que es la de no ser egoísta. Pero si le preguntaras a los grandes cristianos de antaño, casi todos ellos tu hubiesen respondido que es el Amor.

¿Ves lo que ha pasado? un término negativo ha sido sustituido por uno positivo, y este hecho tiene una importancia más que filológica. El ideal negativo del no egoísmo no sugiere primariamente el asegurar cosas buenas a los demás, sino pasarnos nosotros sin ellas, como si nuestra abstinencia fuera el punto importante y no la felicidad de los demás. No creo que esta sea la virtud Cristiana del Amor. El Nuevo Testamento tiene montones de cosas que decir acerca de la auto-negación, pero no dice nada de la auto-negación como fin en si misma. Se nos dice que nos neguemos a nosotros mismos y tomemos nuestras cruces para que podamos seguir a Cristo; y casi todas las descripciones de lo que se nos dice que encontraremos si lo hacemos contienen un atractivo para el deseo.

Si la noción que ronda en la mayoría de las mentes modernas es que desear nuestro propio bien y esperar con ganas nuestro disfrute es una cosa mala, yo diría que esta noción ha salido de Kant y los Estoicos y no es parte de la fe Cristiana. De hecho, si consideramos las descaradas promesas de recompensa y la naturaleza asombrosa de las recompensas prometidas en los Evangelios, parecería que nuestro Señor encuentra que nuestros deseos no son demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas poco entusiastas, que tonteamos con la bebida el sexo y la ambición cuando se nos ofrece un gozo infinito, como si fuesemos un niño ignorante que quire continuar haciendo pasteles de barro en un tugurio porque no puede imaginar lo que signifca el que le ofrezcan unas vacaciones en el mar.


Traducido de C. S. Lewis, The Weight of Glory and Other Addresses (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1965)

Dios nos ofrece infinitamente más de lo que podemos desear, más nosotros elegimos deseos menores que nos alejan de Él.